
Ambito Financiero, 14/12/05
Jesús Leguiza- Fundación Federar
Como decía un amigo, “no soy de izquierda ni de derecha, y del centro, estoy muy lejos”. Esta frase jocosa encierra un gran sentido común, sobre todo, en estos días en que la “mayoría” de las personas son de centro izquierda, aunque pronto serán de centro derecha; maniqueísmo para quedar bien, sin saber con quién. En realidad se necesita tener una visión en perspectiva y no defender posiciones tomadas. Argentina debe mirar hacia delante porque la salida está adelante, en el tiempo y en el espacio. No en los quiebres de la historia, ni en la ilusión perdida, tampoco en el desprecio o en la agresividad atascada en el vientre del resentimiento. Todos debemos cambiar el estado de ánimo, debemos buscar paz y, de la resignación, saltar a la ambición y al optimismo, solo así podemos recrear nuevos objetivos de crecimiento y bienestar general.
Cuanta razón ha tenido Armando Tejada Gómez cuando afirmó, en una estrofa del poema La Veleta y el Viento,: -“Como el mundo es redondo se aconseja no situarse a la izquierda de la izquierda, pues por esa pendiente, el distraído suele quedar de pronto a la derecha”-. Al poeta solo le faltó escribir que la salida estaba adelante, desde la perspectiva del querer ser, pero no como la veleta, siempre en el mismo lugar y girando para donde corre el viento.
Hemos vivido durante más de 70 años yendo para atrás, esto no es un juicio sin fundamento, es una afirmación incuestionable. En 1930 entramos en la etapa de recurrentes crisis políticas y en los ‘50 entramos en las permanentes crisis económicas. Cuando llegamos a la pubertad de nuestra historia empezamos con el jueguito pendular de saltar de izquierda a derecha; fue en ese momento cuando dimos prioridad a las emociones por pertenencia y a la toma de posiciones inflexibles, allí comenzamos a perder. Perdimos el rumbo y dejamos de ir hacia delante. Entramos en crisis y no salimos más. Dicen que la palabra crisis viene del griego y quiere decir elegir. Ahora es el momento de elegir, ser viento o veleta.
Cada uno de nosotros debemos tomar una brújula y apreciar que el norte está siempre está adelante, en el frente; a partir de allí podremos elegir el camino a seguir, aunque tengamos el viento en contra, lo importante es saber a dónde queremos llegar.
Se pueden rescatar cosas del pasado, pero solo las que sean funcionales para el futuro. Cuando nuestros antepasados se pusieron de acuerdo, con la Constitución de 1853, luego de las guerras interiores, entre federales y unitarios, entre el interior y el puerto, entre la economía abierta y la economía cerrada, Argentina encontró el norte, allá por 1880. Durante 50 años transitamos el camino de la consolidación como un país con posibilidades ciertas de ser líderes en el mundo. España, Italia, Francia, Polonia, etc. estaban en la lona, expulsaban población.
Sin embargo, no nos dimos cuenta que a mediados de los años 50 el mundo empezó a cambiar, fue cuando el número de empleados de saco y corbata superó en cantidad a los obreros de mameluco azul en EEUU; cambio que se aceleró con la crisis del petróleo de principios de los, ahora nostálgicos, años ’70. No podemos perder el rumbo nuevamente, debemos entender que el norte marca la Organización Mundial de Comercio (OMC), el norte marca la demanda de alimentos de China, India y otros países del sudeste asiático que albergan a más de la mitad de la población mundial y lograron su norte hace más de 20 años. Hoy China dirige la batuta, así como Inglaterra fue nuestro mejor socio y consumidor hasta los años 30. ¿Quienes invirtieron en los ferrocarriles, en la energía, en los subterraneos, en nuestro desarrollo y todo a partir de la industria frigorífica?. Hoy más del 60 % de las exportaciones chinas son realizadas por empresas de capital extranjero radicadas allí. La base del perfil industrial de Argentina está en la industria de los alimentos, es nuestra naturaleza, no debemos sentirnos acomplejados porque tenemos ventajas en la producción y exportación de granos o carnes. Podemos duplicar la producción, pero el Estado debe sacar los pies de encima de la pampa húmeda y debe poner los huevos en la canasta de las economías regionales, que también tienen futuro, pero no con retenciones, kilos mínimos de faena, políticas improvisadas, desorientadas y desorientadoras.
Tanta confusión existe, que hasta los ganaderos aceptan no subir el precio del ganado. Esto es lo mismo que, en un hospital, se obligue a los enfermos acordar un pacto para que la fiebre no les suba. No señores ganaderos, no se confundan o no se dejen confundir; el problema no es de ustedes ni lo generaron ustedes. El precio de la carne vacuna contenido en la canasta de productos del índice de precios al consumidor (IPC) incide en un 4,513 % y, para que la inflación aumente el 1 % al mes, el precio de la carne debe crecer más el 22,37 % en las carnicerías en ese mismo mes. En relación al comercio exterior, el dilema instalado entre consumo interno o exportar es falso, y los mayores confundidos son representantes neófitos de las ligas de consumidores. Por ejemplo, el precio de los cortes traseros frescos (los que se exportan) inciden en un 1,666 % en el mencionado índice, de manera que el preció de exportación en dólares debe elevarse en el 60,62 % para que la inflación interna aumente un punto o que cantidad exportada aumente en la misma proporción. La inflación no es el aumento del precio de la carne, la leche o de otros productos alimenticios; es el aumento generalizado y sostenido del nivel general de precios de toda la economía. El índice de precios al consumidor, uno de los indicadores oficiales del nivel de inflación, está compuesto por más de 150 productos/servicios, agrupados en 9 rubros: alimentos y bebidas, indumentaria, vivienda, transporte, atención médica, esparcimiento, educación, etc. El problema no es microeconómico, es macroeconómico.
De nada sirven herramientas microeconómicas, como los acuerdos de precios sectoriales, las retenciones a algunos productos, amenazas por excesos de rentabilidad de las empresas o negocios. Justamente el crecimiento económico del que se alardea tanto tiene su fuente de explicación allí. ¿Qué se hará con el aumento de todos los otros precios, tal como está sucediendo, poner retenciones al precio del subte, poner retenciones al precio de la energía eléctrica, poner retenciones a la cuenta del restaurant, del taxi o del médico?. La salida está en mirar hacia delante, comerse los aumentos, debemos ser francos con la población y decir que la inflación fue provocada y no precisamente por este gobierno ó como ya se propuso en esta columna la salida está en importar carnes para contener el aumento de precios de ese producto, no de todos los otros bienes y servicios. El problema de la inflación no es que suban todos los precios, el problema es que suben a velocidades diferentes y ocasionan cambios en entre ellos (precios relativos). Por ejemplo el salario caro en términos de dólares de la década del ‘90 ya bajó con la devaluación del 2002. y la inflación de los últimos tiempos.
El germen, la causa, se instaló con la megadevaluación y el desencadenante fue la política de mantener el tipo de cambio alto: Los pocos y justos aumentos salariales solo fueron el gatillo. No obstante, es responsabilidad de este gobierno evitar políticas fiscales y monetarias expansivas que empujen más a la demanda agregada. El presupuesto, que es parte de esa demanda agregada, es una herramienta macroeconómica y no debe aumentar en el 2006; sino se estará echando más leña al fuego y luego la carne saldrá chamuscada, quemada. Cosa de gallegos perdidos en la trampa de ser el viento o la veleta. Lo que debe aumentar es la inversión interna bruta fija privada, nacional o extranjera, solo así habrá un real aumento de la oferta agregada y se evitará la inflación.