Ámbito Financiero, 01/02/06
Jesús Leguiza . Fundación Federar
Desde el Gobierno se ha dicho recientemente que “el sector ganadero no invierte desde hace 30 años”. La Sra. Ministro está en lo cierto, pero cometió una transgresión en el uso del lenguaje: una supresión. No mencionó la causa o las causas del estancamiento sectorial. Una verdad a medias es una mentira completa. La historia remarca, de manera insoslayable, que el estancamiento de la ganadería se debe justamente a las intervenciones arbitrarias y chapuceras del Estado.
La ganadería está ligada a la historia de económica del país, mejor dicho el desarrollo económico de Argentina está ligado a la ganadería. Primero las vaquerías, luego los saladeros, la producción de tasajo, el charque. A fines del siglo XIX, con la aparición de la técnica del frío y del buque francés “L’ Frigorifique”, se realizaron las primeras exportaciones de carnes a Europa. La revolución del alambrado, no fue acompañada con la canción “A desalambrar” del uruguayo Daniel Viglietti. En sociedad con la incipiente economía industrial inglesa se construyeron los puertos y los ferrocarriles, todo para exportar carnes. Después vinieron los granos.
En los años 30 tuvimos el gran debate de las carnes, el famoso pacto Roca-Ruciman fue para mantener una porción del mercado externo cuando la Corona inglesa dió preferencias de los países del Commonwealth; las acaloradas discusiones de Lisandro de la Torre; la muerte del Senador en el Congreso Nacional, etc. Se creó la Junta Nacional de Carnes (JNC) y la Corporación Argentina de Productores (CAP). En el primer gobierno de Perón aparecieron, de manera abrupta, las intervenciones directas del Estado con el IAPI. A medida que pasaron los años, el Estado se fue enrollando, cada vez más, en su ambición de “intervenir los mercados” bajo el prurito superficial de que la mano invisible de Adam Smith no puede solucionar las “imperfecciones” del mismo y en la creencia que un grupo de burócratas saben más que millones de consumidores y cientos de miles de productores.
Las intervenciones del Estado, excepto la regulaciones técnicas de tipificación y de promoción de la ex Junta Nacional de Carnes, todas han sido desastrosas: vedas, precios máximos, cuotas, retenciones, registros, etc. Por ejemplo, la veda de los viernes de 1952, la veda de dos días a la semana en 1962; la veda de dos semanas en 1972. También en los años 1968, ‘70 y ‘71 aparecieron las cuotas de faena. De las retenciones ni hablar y los precios máximos, en varias oportunidades, mostraron exceso de voluntarismo y nada de habilidad. Todas estas medidas ocasionaron desabastecimiento, mercado negro, baja de calidad y aumento de precios; y, cuando no, corrupción o mercados cautivos para algunos empresarios de la “industria nacional” como sucedió ahora con los lácteos. ¿Bajaron los precios de los lácteos?.
En la actualidad, con igual grado de precariedad conceptual, aparecieron los kilos mínimos de faena con el resultado igualmente desastroso, de tal forma que hubo que prorrogar y/o modificar varias veces la Resolución Nro. 645/05 de la SAGPyA. Los efectos iniciales fueron contrarios a los pretendidos, subió más el precio del ganado y de la carne. Se frenó la venta de terneros pero aumentó la venta de vaquillonas (futuras madres). No se puede acusar de avaros, especuladores o abusadores a los ganaderos; esto es lo mismo que enojarse con el termómetro cuando uno tiene fiebre. La inflación no podrá ser controlada con la histeria de intervenir el mercado de ganados y carnes, aunque sea con un registro para otorgar permiso a los exportadores. Más permisos más corrupción. La inflación tiene otras causas, las cuales han sido varias veces explicadas en esta misma columna. El ganadero no tiene nada que ver y los acuerdos de precios no pueden garantizar nada, excepto por el congelamiento de salarios que la UIA, seguramente, suscribirá por un lapso de 5 a 10 años para “acompañar” al Gobierno y garantizar la estabilidad monetaria y el bienestar de los consumidores.
Ante estos mensajes intervensionistas, con la habilidad de hacer bien las cosas malas y hacer mal las cosas buenas, el Estado nuevamente se confunde y hace confundir a la máxima autoridad del país, el Presidente. El ganadero argentino, no fija precios, el mercado de Liniers representa solo un pequeño porcentaje del mercado de ganados, el ganadero no pertenece a un sector que concentró riqueza en los ’90, no existe más la oligarquía vacuna y terrateniente, Vélez Sársfield se encargó de ellos. Por el dólar alto los grandes frigoríficos pasaron ahora a manos extranjeras. Lo lamentable es que se pretenda anclar en el inconciente colectivo la idea de lucha entre pares, la sociedad (los consumidores) contra los ganaderos, como si estos no formaran parte de la sociedad ó cómo si éstos no hubieran votado al actual Gobierno. No alcanzaran los piqueteros para abrir las puertas de 200.000 tranqueras distribuidas en todo el territorio, desde la Quiaca hasta las cercanías de Ushuaia. Nadie es más genuino cuidador del territorio nacional que los ganaderos argentinos, pero lamentablemente están dispersos y no tienen a nadie quien los cuide. El abigeato y los robos en los establecimientos rurales son el pan de cada día,pero de los ladrones.
Señores, lo importarte es la promoción estatal y políticas regionales activas para la producción de bovinos y, por ende, de más carne vacuna y exportación de éstas. Es muy sencillo lo que se necesita: a) que el Estado no se meta en los mercados; y, b) que el Estado no cobre impuestos demás: al patrimonio, a los bienes personales, el inmobiliario rural, renta presunta, tasa vial para caminos que no sirven. Cuatro imposiciones gravan el mismo bien. Que actualice el mínimo no imponible de Ganancias. Con 100 mm de lluvia no se puede enviar hacienda a los mercados; esto no es especulación del ganadero, es ineficiencia del sector público para mantener caminos. La mayoría de los municipios transformados en “cuida precios”no hacen su trabajo: cuidar los caminos rurales.
El hecho que el stock ganadero no haya crecido, no quiere decir que no ha habido inversión en el sector; a pesar de la intervención del Estado hubo mucha inversión en la actividad. El rodeo a pesar de ser similar en cantidad es de muchísimo mejor en calidad. Se puede mejorar el porcentaje de preñez, de parición, de destete. Se puede mejorar el manejo del rodeo y las pasturas. La ganadería dió espacio a la agricultura y ocupó nuevas tierras.El negocio de la cría y el engorde es de rentabilidad baja, igual o un poco más que una caja de ahorros o un plazo fijo en una economía sin inflación. Un ganadero mediano, gana menos que un empleado público jerarquizado. La única ventaja que tiene la ganadería, en épocas de inflación, es que el precio se ajusta casi automáticametne, como un valor indexado. Pero aquí el Estado no puede decir mucho, ni criticar, porque él mismo promociona los nuevos bonos en pesos ajustables por CER. Éstos son cuasi los Valores Nacionales Ajustables (VANA) de mediados de los ’70 (con ellos nació la famosa frase “bicicleta financiera”). Lo que se está haciendo es indexar parte de la economía y eso sí es echar leña al fuego, es soplar sobre las brasas de la inflación. Además, del aumento del gasto público y del aumento de la oferta monetaria.
Ha sido oportuno y hasta leal de parte de la Sociedad Rural Argentina (SRA) y de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) no haber firmado el Acuerdo exigido por el Gobierno, que de por sí es incumplible por parte del mismo Ministerio de Economía y Producción. No podrá garantizar siquiera el primer punto de su compromiso (VI – item “a”): “Contribuir a la estabilidad macrosectorial a los efectos de evitar aumentos significativos en los componentes de costos de las empresas”Uno se pregunta: ¿no habrá aumentos de impuestos, de salarios, de tarifas, de tipo de cambio, de combustibles, etc?. Un poco arriesgado o demasiado improvisado. El ganadero o cualquier otro productor agropecuario, ¿pidió la devaluación, pidió la pesificación, mantiene el tipo de cambio a más de 3 pesos?. No tiene lógica comprar insumos importados a 3 y vender el producto a un dólar de 2,4 pesos; la incongruencia no es suya. Si el Gobierno comprende esta situación, este reclamo, seguro que podrá contar con los ganaderos y demás productores del campo y sus dirigentes. Hace falta un poco de consideración, de respeto y de comunicación más directa.