
Ambito Financiero – 26/05/2005
Jesús Leguiza
En estos casi 200 años e inicialmente como parte de la las Provincias Unidas del Río de la Plata o la Confederación, la Argentina, ha sabido encontrar por si misma el “Dorado” que tanto estimulada y exitaba la imaginación de los “conquistadores”. Solo que el oro o la plata, no constituyeron la riqueza más importante. El oro y la plata de ayer y hoy fueron y son las tierras cultivables y el agua dulce disponible. La población mundial, 6.100 millones de habitantes en el 2000, crece a una tasa mayor a la tasa de crecimiento de la producción de alimentos: en 20 años, la producción de cereales deberá aumentar un 40 %, según estimaciones de la FAO; y, más del 15 % de la humanidad sufre problemas de hambre y desnutrición en estos momentos. Aunque la teoría malthusiana haya sido superada por la revolución industrial y los avances de la misma agricultura, hoy debe ser tenida nuevamente en cuenta, aunque obviamente en otro contexto, sin fatalismo ni resignación. Solo para mantener el estado de alerta, en estado presente. Según la psiquiatría, “el que logra controlar el pasado controla el futuro, y quien controla el presente controla el pasado” Parece un juego de palabras pero esconde un incuestionable razonamiento, de ahí la necesidad de concentrar poder y de re-escribir continuamente la historia.
Los artículos que seguirán a este, el primero, se enmarcarán dentro de los principales periodos de la corta vida de Argentina: desde antes de la Revolución de Mayo, pasando por las luchas por la independencia (1810-1820), las autonomías provinciales (1820-1853) y la etapa de la reorganización nacional (1853-1880). La agricultura tuvo un papel preponderante durante la gestión de la generación del ‘80 (1880-1916) y la época de los radicales (1916-1930). Justamente desde los años 30, forma coincidente con la década infame (1930-1946), se inició un largo periodo de declinación; el peronismo (1946-1955) no ayudó mucho, lo mismo que la sucesión de gobiernos civiles y militares (1955-1989). La década del ‘90 (1989-1999), mal que le pese a muchos, volvió a dar aire al sector (tecnología y un aumento fenomenal de la capacidad de producción), aunque tampoco no fue fácil para muchos productores. No obstante, todas estas etapas han tenido un elemento común y positivo para la Argentina: la agricultura y el hombre de campo fueron el motor de crecimiento y desarrollo de la economía a pesar de algunos gobiernos.
De la revolución agrícola, la revolución industrial a la tercera revolución
La humanidad ha vivido dos grandes revoluciones y está transitando por la tercera. El primer gran cambio, que modificó la conducta y la forma de vida de los hombres y mujeres, ha sido la revolución agrícola. Este hecho que se toma como único sucedió, en realidad, en épocas distintas y en distintos lugares. Hace 10.000 años a.c. en Oriente Medio, hace 5.000 años a.c. en Asia Oriental y hace 3.000 años a.c. en América. En ese pasado muy lejano, mientras el hombre recolectaba, cazada y pescaba, la mujer descubrió la germinación de las semillas y la posibilidad de cultivar la tierra. La humanidad dio, entonces, un giro importantísimo, pasó de ser nómade, cazadora y recolectora a sedentaria y agricultora. Nacieron así los hombres rurales y la aldea rural. Europa del Renacimiento vivía muy mal y comía peor, se necesitaban las especias de Asia para mejorar el sabor de las comidas. (primera globalización). Los otomanos cerraron las rutas terrestres hacia el este y se procuraron nuevas rutas por el mar; primero, por el sur de África y luego por el oeste: el descubrimiento de América.
Miles de años pasaron para que, a mediados del siglo XVIII, se produzca otra gran revolución, la revolución industrial. Hace nada más que 250 años, con el descubrimiento de la máquina de vapor, se inició otro largo periodo que permitió el surgimiento de una nueva era caracterizada por la producción en serie. El hombre rural se convierte en habitante de ciudades; de producir para él y su núcleo familiar se transforma en productor de bienes para otros, para el mercado. Surge el trabajo fuera del hogar, nace la fábrica y la especialización; el intercambio comercial es a gran escala y se inicia el uso intenso de los recursos naturales. De aldeanos autosuficientes y artesanos los hombres pasaron a ser trabajadores, asalariados y consumidores. La agricultura pasó a ser abastecedora importante de la industria incipiente; la industria textil, que requería adquirir materias primas de lugares distantes, lejanos (segunda globalización).
Hoy tenemos la oportunidad de vivir la tercera gran revolución, es una nueva era que podría denominarse “tecnológica”, quizás en el futuro reciba otro nombre. El conocimiento, a través las comunicaciones, se disemina a una velocidad increíble. Aunque, todavía existen regiones o territorios que están apenas transitando por la segunda revolución y, más aún, perduran zonas selváticas muy aisladas en donde existen grupos de aborígenes que no conocen siquiera la agricultura, siguen siendo nómades, recolectores y cazadores. El agro, también hoy, tiene un papel preponderante dando albergue a la revolución de la biotecnología, no solo para proveer de alimentos, bio-combustibles, sino también vestimentas con materias primas no convencionales; por ejemplo, la fabricación de tejidos, en la China, con hilos de soja.
Así como el carbón se constituyó en el combustible de la revolución industrial; hoy las comunicaciones constituyen el combustible de la revolución tecnológica. La génesis de la Argentina, y principalmente desde hace casi 200 años, ha sido la provisión de alimentos al mundo en vías de industrialización. La biotecnología será el instrumento para la provisión global de alimentos. Esto es manifiesto, no es un juicio, un deseo o una trasnochada elucubración
Las exportaciones de productos primarios y de productos industriales de base agropecuaria será el futuro: Especialidades (productos alimenticios elaborados u orgánicos) para poblaciones de altos ingresos (EEUU, Unión Europea, Japón) y comodities (granos, harinas y aceites) para poblaciones de bajos ingresos (China, India, Tailandia, Bangladesh etc). Las especialidades y los comodities no son excluyentes, hay lugar para todos, tal como pregona la Constitución de 1853. Lo único excluyente y desintegrador del futuro son las políticas anti-campo, anti-agroindustriales y anti-argentinas.