La agricultura en el Virreinato del Río de la Plata

Ambito Financiero – 08/jun/2006

Jesús Leguiza
Fundación Federar

Los incas, calchaquíes, diaguitas y guaraníes ya cultivaban la tierra antes del descubrimiento y conquista de América; ellos tuvieron su propia revolución agrícola. Todavía existen vestigios de las obras que construyeron los primeros para regar los cultivos venciendo zonas áridas, desiertos, quebradas y punas; desde el norte del Perú hasta Cuyo todavía hoy se pueden observar ruinas arqueológicas de diques, canales y acueductos para regar cultivos como el maíz, la quinoa, papas, camote, ajíes, tomates, entre otros. Muchos cultivos fueron llevados de zonas tropicales y domesticados en las serranías y en las alturas. Ya usaban técnicas de fertilización con guano traído de la costa del pacífico. El maíz y sus cientos de variedades era cultivado en toda la región andina y el algodón la mandioca (yuca) y el tabaco eran cultivados en el chaco paraguayo.

Los guaraníes, cuya influencia se extendía desde el noreste argentino hasta el río Orinoco, pasando por Mato Grosso y la cuenca del Amazonas, se enriquecieron con las enseñanzas de los misiones jesuitas quienes, por su parte y en las diferentes localizaciones de sus reducciones (municipios): Corrientes, Misiones, Paraguay y sur de Brasil, contribuyeron en crear sistemas muy avanzados para la cría del ganado y la domesticación de cultivos. Con los guaraníes se creo un sistema de producción, consumo y exportación comunitaria, con un régimen de propiedad especial: las grandes extensiones eran sociales y las familias podían tener su huerta propia. Los jesuitas, que llegaron en 1609 y fueron expulsados en 1767 realizaron, junto a los guaraníes, uno de los mayores emprendimientos de vida comunitaria de la historia.

Los aborígenes de las pampas, como también otras tribus del sur, eran solo recolectores, cazadores y pescadores: matacos, comechingones, querandíes, tehuelches, onas y yámanas (los nómades de los mares).

Las primeras vacas

Cuando los conquistadores españoles llegaron, no existían animales domesticados, salvo las llamas, alpacas y vicuñas de los incas o los pavos de los aztecas. En América no existían los vacunos, equinos ni los ovinos. Los primeros vacunos llegaron al Paraguay por Brasil y a Santiago del Estero por Santiago de Chile. Juan de Garay transportó los primeros 500 vacunos desde Asunción para la segunda fundación de Buenos Aires. También, en 1588, Juan Torres de Vera y Aragón, desde el mismo lugar, lleva vacas y toros para la fundación de San Juan de Vera de las Siete Corrientes, hoy ciudad de Corrientes. Esos animales eran de raza andaluza o ibérica con grandes astas.

La región del Litoral contaba con los estratégicos puertos de Santa Fe, Corrientes y Asunción, tenían una ubicación privilegiada en la enorme llanura y una vía natural de comunicación fluvial excepcional, el río Paraná; también hubo un importante comercio interno: las mulas nacían en el Litoral, se criaban en Córdoba o Tucumán y se vendían, a través de Salta, para ser utilizadas en el Alto Perú. El ganado vacuno, en principio cimarrón era cazado (vaquerías) para el aprovechamiento del cuero; luego para la producción de charque y de tasajo para alimentación de los esclavos. Los límites de las propiedades eran naturales y, en un momento, fue necesario el rodeo, como también la marca. La primera marca a fuego, registrada en los archivos del Cabildo de Buenos Aires según la cátedra de Producción Bovina de la Facultad de Agronomía y Veterinaria de Río Cuarto, ha pertenecido a Francisco Salas Vidella. Con la marca a fuego, que todavía subsiste, comenzó la necesidad de delimitar las propiedades y, en diciembre de 1608, el mismo Cabildo inició trabajos de medición, amojonamiento y registro de propiedades que da nacimiento a la estancia.

Mucho después surgen los saladeros, primera industria de manufactura, que aprovechaban el sebo y la grasa para la fabricación de velas y de jabón. El primer saladero se radica en la Banda Oriental y, en 1768, se construye el primero en la ensenada de Barragán, propiedad de Agustín Wrigth.

La agricultura era prácticamente inexistente, algunas chacras se encargaban del abastecimiento de las nacientes ciudades y el Cabildo fijaba el precio de los cereales (trigo) y controlaba las ganancias de los labradores. Son las primeras intervenciones del “Estado” en la economía.

Durante el Virreinato la economía fue el reflejo de lo que sucedía en el mundo, principalmente en Europa, reflejo y respuesta a la segunda globalización. La situación, constituía en ese entonces, una oportunidad dada por el centro hegemónico, España, Inglaterra, Francia, y por la periferia, territorios conquistados, para la provisión de alimentos, proteínas y grasas, aunque el principal producto demandado era el cuero. Las carnes (charque y tasajo) se destinaban para alimentación de los soldados en campaña, a los trabajadores de las minas del Alto Perú, a los obreros de las fábricas textiles o de las minas de carbón de Gran Bretaña y a las mismas tripulaciones de los barcos. También para satisfacer las necesidades de los esclavos de Brasil y de los que pasaban en tránsito por Cuba.

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