Cadena de pagos y eslabones irrecuperables

 Ahora, a más de 60 días de cuarentena la cadena de pagos está realmente rota. Más aún con la incertidumbre de la duración de la pandemia.

Siempre, en épocas de crisis, los representantes de cámaras, asociaciones y demás organizaciones sociales relacionadas con la actividad económica hacen sonar la alarma sobre la «rotura de la cadena de pagos».

Ahora, SÍ está rota y no se recuperará la economía y la sociedad hasta dentro de varios años. No existe real idea sobre la gravedad y el daño causado por la pandemia mundial.

Ya es hora de dejar de entretener a la gente con cuestiones locales y comparaciones internacionales. Mucho menos con las picardías de la política precaria y subdotada, como la deuda externa, la herencia recibida y la idea infantil del Estado presente y benefactor.

No basta con esperar que el Estado pague los sueldos privados, ya que éste no tendrá siquiera para pagar a sus propios empleados, sean de carrera u oportunistas circunstanciales.

Las empresas formales o de hecho, pequeñas, medianas o grandes ya no pueden pagar 3 meses de salarios, aunque algunas se beneficien con «ayudas» del gobierno que, a su vez, querrá, por lo visto, participación accionaria de unas o la propiedad parcial o total de otras. No quedarán activos para «expropiar». Ideas «brillantes» de trasnochados descerebrados que quieren la patria estatista. Vaya novedad !!!

No tienen idea de la dimensión del problema. Es imposible, pagar todos los salarios de la economía y además, si se pudiera, todo será insuficiente. No hay dinero que alcance.

La única realidad es que habrá que comprar/reponer materias primas e insumos, reiniciar o reparar maquinarias y equipos parados, formación de nuevos stocks de capital de trabajo; incluso reconvertirse. Y esto no se arregla con emisión monetaria. El estrago que generará la hiperinflación será peor que cualquiera de los conocidos en la historia de la humanidad.

Nadie ha pensado con seriedad. Empezarán los juicios de toda índole por falta de cobros de empresas proveedoras y trabajadores que son obligaciones monetarias que terminarán en reclamos, demandas, juicios y quiebras generalizadas. Sin considerar las conductas amorales de los típicos ventajeros que lucrarán con la desgracia ajena.

¿Y los políticos ? La dirigencia política continúa vociferando –“de los males que sufrimos mucho hablan los puebleros”– pero disimula sus intereses de clase o personales en sus mismos discursos, y hacen como los teros, que ponen sus huevos en un lugar y gritan en otro agujero. Ya es hora que bajen el tono, usen la imaginación para algo más noble, y empiecen a defender los nidos y los huevos de los que tienen algo para ofrecer en la ingente reconstrucción que habrá que enfrentar.

¿Qué hay que hacer ? Tomar el toro por las astas y empezar a modificar toda la legislación relacionada con los derechos y obligaciones de los ciudadanos: ya sean productores o consumidores, propietarios o trabajadores, públicos o privados.

Se deben suspender los derechos que generan las obligaciones económicas por lo menos hasta tres o más años.

Los que deben dinero son los que tienen compras a crédito, préstamos bancarios, cheques a fecha, pagarés, tarjetas de crédito, alquileres, expensas, cuotas alimentarias y un sin fin de compromisos de pagos; hasta favores de familiares y amigos.

Cómo se saldarán estas deudas y cómo se arreglarán los acreedores, la contraparte de todos los anteriores y que tienen sus propias deudas. Esa es la hoja de ruta que necesitamos para la reconstrucción de la famosa cadena de pagos.

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