Los hechos predominantes en el Siglo XVIII y las nuevas ideas económicas de la época

Ámbito Financiero – 21/jun/2006

Jesús Leguiza
Fundación Federar

La población creció significativamente en la primera mitad del Siglo VIII con el consecuente aumento de la demanda alimentos y de otros productos de origen rural. La tecnología agropecuaria evolucionó con mejoras en las técnicas de labranza con la aparición de la rotación de cultivos y las plantaciones de forrajes. Aparecieron nuevos métodos para la cría del ganado y proliferaron los establos, sobre todo en Inglaterra.

En esa época suceden importantes cambios en los principales países de Europa, surgen los nuevos Estados. La revolución francesa trajo nuevos vientos para la participación del pueblo con los derechos del ciudadano y la revolución industrial incrementó la demanda de materias primas y de alimentos habida cuenta de la incipiente urbanización. Por su parte España, en respuesta a las presiones de Portugal, la misma Inglaterra, Francia y Holanda, se vio obligada a realizar las denominadas reformas borbónicas, que consistieron en mejorar las condiciones de administración de los territorios conquistados; se creó el Virreinato del Río de la Plata con la Capitanía de Chile en el sur y el Virreinato de Granada y con las Capitanías de Venezuela, Guatemala y Cuba, en el norte. Los cuales, a su vez, se subdividirán en Intendencias y sus Cabildos.

En ese marco de reorganización se encontraba la incipiente agricultura del Río de la Plata, agricultura en el sentido amplio, dado que los orígenes fueron pecuarios, ganaderos. En 1778, mediante el Reglamento de Comercio, se habilitaron los puertos de Buenos Aires y Montevideo para el intercambio directo con la metrópoli, denominado “libre comercio español”, que realmente era un monopolio (creencia mercantilista). Los ingleses mantuvieron, a través del contrabando, un intenso intercambio con el puerto de Buenos Aires; recién en 1809 y por un petitorio de los mismos, el Virrey Cisneros consultó al Cabildo y al Consulado sobre la necesidad de liberar el comercio. Los comerciantes de la península se opusieron y los comerciantes y ganaderos locales requirieron el apoyo de Mariano Moreno. No sin debate, y con la influencia del mismo Manuel Belgrano, se aprobó un nuevo Reglamento Provisorio de Libre Comercio en octubre de ese año que permitió el comercio con los isleños ingleses pero a través de consignatarios españoles.

Las nuevas ideas económicas son difundidas por Belgrano, Castelli, Vieytes y otros intelectuales, quienes fueron la bisagra entre el viejo y el nuevo mundo, trajeron nuevos aires para el pensamiento económico del cono sur. De la concepción mercantilista sobre la creación de riqueza, que consistía en la acumulación de metales y la protección del comercio con balanza de pagos superavitaria se transita a la concepción de los fisiócratas, para quienes la creación de riqueza surge desde la agricultura y de la circulación comercial de los bienes. El máximo exponente de esta corriente ha sido François Quesnay y  su obra “Le Tableau Économique” de 1794, que trataba de explicar el funcionamiento de la producción como un sistema. El mismo Carlos Marx alabó esta genialidad y 100 años más tarde permitió a Leontieff ganar el premio Nobel, con su modelo de insumo-producto.

Belgrano, el primer economista argentino y propulsor de la agricultura

Los futuros próceres de nuestra historia, además de difundir y mejorar algunas ideas de la fisiocracia, congeniaron con los conceptos de libre comercio de Adam Smith y de David Ricardo. Manuel Belgrano hizo mucho más que crear la bandera, de por sí el símbolo visual más importante, junto al himno nacional, el símbolo auditivo. Vivió unos 10 años en Europa a partir de 1786. Estudió abogacía en Valladolid y en 1790 fue nombrado presidente de la Academia de Derecho Romano, Política Forense y Economía Política en la Universidad de Salamanca.

Belgrano fue nombrado Secretario del Real Consulado de Buenos Aires, creado a imagen y semejanza del sevillano en 1794, y desde esa posición pregonó las ideas económicas de la época a través de traducciones, por ejemplo, las “Máximas generales del gobierno económico de un reino agrícola”, escrito por Quesnay y de las Memorias Anuales del Consulado (1794-1810), las cuales se transformaron en discursos doctrinarios y consejos prácticos sobre la importancia de la agricultura, la tecnología y la educación. También escribió sobre estos temas en el Semanario Correo de Comercio.

Belgrano, según estudios realizados por los profesores Roberto Varo y Luis Coria de la Universidad de Córdoba, fue más allá de la simple difusión de las ideas económicas imperantes y/o novedosas para su época. Si bien su formación han sido las leyes, tenía una clara visión de la economía y lúcidos conceptos sobre el valor y el precio de los bienes. Tal es así que llegó a superar al mismísimo Adam Smith quien consideraba que el valor de los bienes provenía solo de costos de producción y diferenciaba entre valor de uso y valor de cambio. Belgrano, sin embargo argumentaba que “las cosas no tienen un valor real y efectivo en si mismas, solo lo que la gente desea dar (pagar) en función de sus necesidades o deseos y de la abundancia o escasez” (papel de la demanda y oferta en el mercado). También superó a los fisiócratas, para quienes la agricultura era solamente la fuente de creación de riquezas; él consideraba a la agricultura y su relación con la industria (hoy agroindustria) y el comercio, sobre todo el comercio exterior. La integración de la cadena de valor y el mutuo apoyo (interdependencia) entre sectores eran la bases para la creación de riqueza y crecimiento económico. Sostuvo que la agricultura florece cuando se remueven los obstáculos al comercio y, esos obstáculos consistían en la falta de educación (conocimiento), falta de infraestructura (caminos, puertos, muelles, canales) y, principalmente, falta de libertad para comerciar.

Comentarios y contribuciones: leguizajesus@gmail.com

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.