Las batallas ideológicas van perdiendo vigencia. El fascismo desapareció en los ’40, el comunismo a fines de los ’80 y el liberalismo desde el comienzo del nuevo siglo.
La infotecnología y la biotecnología están devorando lo que queda del último.
En poco tiempo, miles de millones de seres humanos quedarán sin trabajo y se socavará la libertad y la igualdad bajo las dictaduras robóticas y digitales.
El poder estará en manos de una élite concentrada y en dónde la «explotación marxista» será sustitida por la «irrelevancia» del hombre.
Se llama economía en negro a la que funciona fuera de las normas fiscales y previsionales. Este término se emplea para culpar a los agentes económicos de «actuar al márgen de la ley y las normas impuestas por el Estado».
Hay que dar las gracias a los empleadores/empresarios, pequeños o grandes, que dan trabajo a la gente, no importa que sea en «negro».
Desde la corporación política y estatista se insiste imponer la idea de que quien da trabajo y no hace los aportes es un delincuente. No es así, el trabajador necesita ingresos para vivir y, al menos durante esta díficil etapa, lo importante es dar trabajo. Por lo tanto, ese empresario es un gran contribuyente a la sociedad. No es necesario que aporte a un Estado insaciable que no deja de gastar mal, comprando caro y/o con actos de corrupción, gracias a los 163 impuestos que gravan las actividades económicas, muchas veces superpuestos y/o distorsivos.
Ahora se pretende cobrar más impuestos a los «ricos» prejuzgando y generalizando que todos hicieron sus riquezas de forma mal habida.
Lo importante es bajar el gasto público, que es la madre y única causa de todos los problemas de inflación y empobrecimiento del país.
Para ser más justos, el gobierno debería reasignar los recursos del presupuesto nacional vigente para ayudar a todos los que, de una u otra forma, crean y dan trabajo.
Antes de llegar a esta crisis global, la pandemia, la humanidad ya se encontraba con problemas que trascienden al individuo, a las naciones, y hasta la democracia.
Estos problemas son básicamente dos, que no tienen posibilidades de ser resueltos por grupos de individuos, incluso por grupos de naciones. Ellos son, a) el cambio climático; y, b) el avance tecnológico.
Son problemas que superan el miedo de una guerra nuclear y hasta la misma globalización económica, la cual también entró en crisis con el Brexit y con el nacionalismo de Donald Trump.
El cambio climático no puede ser resuelto por una nación o grupo de naciones, por más poderosas que sean. Lo mismo que el avance tecnológico no podrá ser detenido por ninguna de ellas.
Millones de habitantes del planeta se verán afectados por el cambio climático; con solo un leve crecimiento del nivel del mar desaparecerán millones de hectáreas costeras en todo el mundo y los afectados serán pobres y ricos de cualquier raza religión, preferencia ideológica o inclinación política.
Igual ocurrirá con el avance tecnológico, a saber: algoritmos de robots dejarán sin trabajo a millones de individuos y algoritmos biotecnológicos sustituirán el razonamiento de las personas, lo que ya está sucediendo con los celulares inteligentes.
Los gobiernos no podrán hacer absolutamente nada para impedir las consecuencias.
Las naciones-estado, sean monarquías, democracias o regímenes autoritarios no tendrán capacidad alguna para resolver estos dos grandes problemas: el cambio climático y el avance tecnológico.
El miedo a una guerra nuclear está (por ahora) superado porque los líderes de las naciones poderosas saben que existen ojivas nucleares suficientes para destruir varias veces el planeta, de manera que no conviene a nadie. Lo mismo sucede con la globalización económica, las naciones-estado podrán apelar al nacionalismo y cerrar sus fronteras al comercio con resultados variados, algunas desaparecerán y otras sobrevivirán, pero con el cambio climático y el avance tecnológico la sentencia a la desaparición está firmada.
Un poco más difícil de comprender es el efecto del avance tecnológico que está dado por la revolución, ya iniciada, de la infotecnología y la biotecnología.
En este caso, los seres humanos perderán relevancia, ya no tendrán capacidad de tomar decisiones por sí mismos. Y, para que ello ocurra, no pasarán más de tres o cuatro décadas.
Hoy mismo, el problema sanitario que estamos viviendo, y que supera todo lo imaginable, es un buen ejemplo de la incapacidad de controlar un tema de carácter global.
Solo la cooperación de la humanidad toda podrá ayudar a solucionar estos dos problemas y solo logrará hacerlo superando dos limitaciones: las fronteras de las naciones-estado y la ceguera de los políticos que no ven más allá de las próximas elecciones.
La gran contribución de Maquiavelo (1469-1527) a la política europea fue separar la POLÍTICA de la MORAL.
La gran contribución de Maquiavelo (1469-1527) a la política europea fue separar la POLÍTICA de la MORAL.
Muchos gobernantes del mundo están utilizando estos conceptos de psicología social para aprovechar a su favor y aumentar la sensación de miedo, inseguridad, confusión y generar, en la población, mayor sensación de crisis o desastre. Ahora es con la pandemia del coronavirus, aunque pandenias o epidemias se repitieron muchas veces en la historia, decenas de veces. Ello se aprovecha para implantar medidas impopulares como la terapia de shock económico que en otro momento sería imposible de llevar a cabo.
Esta teoría, de Milton Friedman, se apoya en conceptos como la alienación y el control de las masas a través de los medios de comunicación masivos y repetitivos tapando otros problemas.
Con 3553 puntos de riesgo país estamos, en Argentina, realmente peor que con el shock del coronavirus y el dengue. Se prepara un shock económico brutal que provocará más pobreza y la culpa será de otro «enemigo externo», en este caso inimputable, el virus.